Lo llevaba escrito en la camiseta el tipo de la Harley Davidson que el otro día estuvo a punto de atropellarme: "Si puedes leer esto, es que mi novia se ha caído de la moto". Sin duda, si acabo de recordarlo ahora mismo debe ser porque tengo delante la declaración que pronunciara Pasqual Maragall tras aprobarse el proyecto de la Constitución catalana en el Parlament. Y es que el mensaje que insinuó el president, apenas segundos después de que Cataluña se proclamara nación, se le parecía más que bastante. "La paz en Euskadi y el Estatut catalán son las pruebas de fuego de la España de hoy", dijo entonces. Pero, hombre, por favor, que a nadie se le ocurra establecer una relación causal entre la recién estrenada soberanía catalana y la proclama evangélica de la ETA, oigo que protestan airados los corifeos del cuatripartito. E igual hasta no les falta un punto de razón. Porque no es que su novia se les haya caído de la moto. Es que se ha tirado ella solita, que siendo lo mismo no deja de ser peor.
Así, hoy, justo en el instante del óbito por eutanasia del Estado, la ETA se apresta a ocupar de inmediato el trono de la autoridad que ha dejado vacante el cadáver. De ahí que el monopolio de la violencia legítima, la única herencia apetecible que lega el difunto, acabe de ser reclamado notarialmente por los chicos del hacha y la serpiente, para euforia de la mitad de los cuarenta millones de huérfanos que abandona el finado. Cautiva y desarmada la legitimidad constitucional con la renuncia de las Cortes a la soberanía sobre todo el territorio español, Josu Ternera ha alcanzado sus últimos objetivos: tutelar militarmente el referéndum de autodeterminación de Esuskal Herria. He ahí el párrafo fundamental del famoso parte, el único que contiene una sentencia firme, definitiva e inapelable. Pues, qué notición, madre. Qué alegría, tía Felisa. "Vivan las caenas", no dejan de repetir, tras saborearlo, todos los loritos de la Uno, la Dos y la Tres (indescriptible con palabras el contento de éstos últimos, los de la Tres; visca, visca, em guanyat).
"Pues que vivan lascaenas", replican y repican fuera de sí sus iguales, los papagayos de la Cuatro, la Cinco y la Sexta. Al tiempo, sonriente y feliz, la novia esnafrada contempla con esa media sonrisa tan suya cómo el estadito nuevo de trinca de su motero se fundamenta ni más ni menos que "en los derechos históricos del pueblo catalán". Resultará que tenia razón el viejo Marx, cuando pontificó que la Historia se repite sólo bajo el manto de la farsa. Razón de que si la Primera Guerra Carlista se resolvió con el Abrazo de Vergara, la Cuarta acabe saldándose con el Choca Ahí Esas Cinco de Perpiñán. Alegría, mucha alegría, pues; que esto sí es el inicio del principio del fin. Del nuestro, claro.